Entre rutas y cocodrilos

Por: Guadalupe “Coque” Gómez

Fue en 1978 cuando empecé mi aventura como operador de transporte hasta la fecha. Con mi familia Express Mg ha sido un largo recorrido en el que he vivido un sinnúmero de experiencias que han marcado mi trayectoria.

Sobre todo, por mi ruta favorita, el sureste de México que sin duda, me ha dejado grandes sorpresas en el camino.

Varios momentos surgen en mi mente al recordar los viajes que he emprendido siendo parte de MG, ¡qué tiempos aquellos! De entre todos, recuerdo con mucha claridad los bellos paisajes al amanecer, la vasta flora y fauna que cubren los lugares de Mérida, Campeche, Uxmal, Puerto Progreso y Tizimín, las históricas zonas arqueológicas, la impactante imagen de los flamingos rosados en Las Coloradas.

Tampoco puedo olvidar los ríos selváticos y las agradables playas, la ruta del cacao por el edén tabasqueño, la gente tan amigable y la versátil gastronomía que cubren esta zona del país. 

¡Claro! Sin dejar de lado la temible presencia de lagartos y cocodrilos de hasta 4 metros que, en varias ocasiones, cruzaron por mi camino, literalmente.   

En una de las desviaciones hacia el río Las Coloradas, entre la 1 y 2 de la mañana, iba circulando por la carretera y a lo lejos me pareció ver un tronco que bloqueaba ambos carriles, al acercarme, me di cuenta que eran dos cocodrilos que estaban atravesando el angosto camino. Después de esperar varios minutos, logré cruzar y al llegar a mi destino, la gente de la comunidad me empezó a preguntar sobre el tamaño de los animales y me platicaron que en esa zona había que estar al pendiente de nuestro alrededor para no ser sorprendidos por estos reptiles. 

En otra ocasión, a punto de la media noche, me tocó descargar en una de las zonas de reparación de transportes que se encontraba muy cerca de la hierba alta, por lo que un compañero de la planta me comentó que me alejara de esa zona ya que, con frecuencia, los cocodrilos atacan sorpresivamente y más por la ausencia de luz y movimiento. En ese momento, por miedo y nervios, decidí bajar mis cosas del camión y entré lo más rápido posible a la zona protegida. 

También al principio cuando no conocía la zona del Sureste y todo era desconocido para mí, una vez en Coatzacoalcos tuve que parar en un estacionamiento llamado “El Hoyo” y al caminar cerca de la hierba alta y el río que estaban detrás, escuché un gruñido fuerte y seco que me dejó helado, levanté la vista y a tres metros estaba un cocodrilo, de inmediato salí corriendo. Al platicarles a mis compañeros lo que me había pasado, con burla y gracia me contaron que los enormes reptiles acostumbran tomar el sol en esa área. Nunca lo olvidaré.

Hoy en día, y gracias a todas aquellas vivencias, le tengo mucho respeto a la fauna salvaje de esta zona y me he dado cuenta de la importancia de mantenernos siempre alertas cuando estamos visitando estas áreas, ya sea como turistas o como trabajadores. 

Al recordar todo esto, quiero invitar a quienes estén leyendo mis historias a que se den la oportunidad de viajar y conocer mucho mejor la zona Sureste de México. 

Estoy seguro que, con precaución y cuidado, ustedes también tendrán grandes y fascinantes anécdotas que contar si deciden explorar este mundo selvático misterioso.

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